martes, 5 de mayo de 2020

RUTAS PARA REENCONTRARNOS CON NUESTRA CIUDAD (I)

Como ya podemos volver a pasear os animamos a seguir unas rutas, que ya publicamos hace años, pero que ahora pueden servir para reencontrarnos con nuestra ciudad.
 



 
ZAFRA MUDÉJAR
Un paseo por la villa de las tres culturas



Esta propuesta le permite conocer la ciudad tomando como hilo conductor las manifestaciones artísticas mudéjares, en las que perdura la huella de la Zafra medieval, la Çafra de las tres culturas, un escenario de tolerancia en el que convivieron –aunque por poco tiempo- musulmanes, judíos y cristianos.

Del dominio islámico aún restan las ruinas del castillo de El Castellar, una fortaleza que controlaba el valle desde los crestones de la sierra. Fue utilizada como tal hasta el siglo XVI. Su difícil acceso requiere que le dediquemos una mañana o una tarde: las vistas desde el sitio gratificarán el esfuerzo.
Pero nuestro paseo intramuros de Zafra lo iniciamos en la Plaza Chica, la que fuera centro de la villa, el lugar donde se encontraba la casa del concejo y se celebraban los mercados semanales: un espacio rectángular bordeado de soportales, excepto en uno de sus lados menores, donde estaba la Audiencia (actual Palacio de Justicia).

Tras la reconquista de Zafra a mediados del siglo XIII, los alarifes moriscos (albañiles musulmanes que permanecieron en la villa tras la ocupación cristiana) conservaron su estética –el arte mudéjar- en la arquitectura, pero ahora al servicio de los vencedores. Su éxito fue tal que las formas mudéjares (visibles en el uso de la cal y del ladrillo, o en el de ciertos elementos constructivos como alfices o arcos entrelazados, techumbres de madera…) se mantienen en Zafra durante siglos como una faceta más del gusto constructivo popular. Esas características pueden advertirse en la Plaza Chica, donde las arcadas de ladrillo de los portales, enmarcadas por alfices, aúpan las blancas fachadas de las viviendas de la vecindad; y entre las que destaca una que muestra una ornamentación gótico-mudéjar de arquillos ciegos entrecruzados.

Con la Plaza Chica comunica la calle Botica, en la que se encuentra la famosa Casa del Ajimez. Se trata de una vivienda familiar del siglo XV, cuya fachada muestra un ajimez, es decir, una bella ventana mudéjar, partida por una columnilla de mármol sobre la que apean dos arcos angrelados de ladrillo idénticos. Así mismo, es muy interesante el esgrafiado que adorna la fachada, uno de los pocos restos de esta técnica decorativa, que debió abundar en la ciudad y que contrasta con esa idea de pueblo blanco que actualmente le caracteriza. Casi enfrente y en las calles adyacentes pueden verse otras viviendas mudéjares, si bien más sencillas, elevadas en el ocaso del medievo.



Muy cerca, en la Calle de San José, puede verse la que fuese antigua Sinagoga de la villa, tras la expulsión consagrada como iglesia de Santa Catalina de Alejandría, y el siglo XVIII restaurada y dedicada a San José. La vieja sinagoga es probable que se conserve más íntegra de lo que parece. Su sala de amplias proporciones se articula con arcos con una sencilla labor de lazo a la altura de los capiteles. La portada gótica, con semicolumnas torsas, ha perdido la simbología hebraica que debió ostentar en las enjutas. Todo parece obra de la segunda mitad del siglo XV, poco anterior a la expulsión.





Aledaña a la sinagoga se extendía la Judería que ocupaba, entre otras, las actuales calles de San José, Badajoz, Pozo, Alfonso XII: calles que aún conservan un evocador aire de aljama. La judería zafrense fue importante y numerosa, gracias al amparo de los Condes de Feria, para quienes los industriosos judíos de la villa constituían una importante fuente de tributos. De la tutela señorial a la cultura hebraica es ejemplo el patrocinio (en 1419 y aquí, en Zafra) de la primera traducción al castellano de la Guía de Perplejos de Maimónides, la más antigua de cuantas traducciones se hicieran a lenguas vulgares de esta obra fundamental de la espiritualidad judía.


En la judería deben visitarse la diminuta Capilla del Cristo del Pozo, cuyas raíces la tradición popular entronca con la simulación de los conversos, y el Hospital de San Miguel, fundado en 1480 por Constanza Osorio, segunda condesa de Feria. A pesar de su lamentable estado de ruina todavía permite ver su capilla y enfermería mudéjares. En el retablo de dicha capilla estuvo presidido por la famosa tabla del San Miguel Arcángel, obra del Maestro de Zafra que se exhibe como una joya de la pintura hispanoflamenca en el Museo del Prado.

De vuelta a la Plaza Chica, atravesamos el Arquillo de la Esperancita para adentrarnos en la Plaza Grande. Originalmente fue solar de la antigua iglesia de la Candelaria, que ocupaba la parte más ancha del recinto, y por su cementerio. A mediados del siglo XV, el desarrollo mercantil de su entorno propició la construcción de soportales en los bordes del camposanto, para favorecer las transacciones comerciales. Cuando se derriba y traslada la iglesia a su actual ubicación (segunda mitad del siglo XVI), surge como nuevo espacio abierto intramuros. Entre las casas que lo bordean destacan la que fuese casa natal del humanista Pedro de Valencia, de demostrada ascendencia judeoconversa.

Junto a las plazas y al final de una calle sin salida, que recuerda los adarves de las poblaciones musulmanas, aunque no es tal, se encuentra el Hospital de Santiago, que fue casa solariega de los Suárez de Figueroa antes de la construcción del Alcázar. Su portada gótica da paso a un patio de marcado carácter mudéjar, en el que la cal blanquea las geométricas líneas arquitectónicas. Al lado se encuentra el Convento de Santa Catalina, cuya iglesia se cubre con unos interesantes artesonados que constituyen hitos artísticos dentro del mudéjar extremeño.

En la calle Sevilla puede visitarse el Convento de Santa Clara, que posee una iglesia gotico-mudéjar construida en la primera mitad del siglo XV.


Nuestro paseo, puede concluir –o hacer estación- en el Palacio de los Duques de Feria. Su parte más antigua, el alcázar condal, si bien en su regularidad concuerda con las construcciones palaciegas góticas del siglo XV, en cuanto a su decoración responde al gusto mudéjar: visible, al exterior, en las molduras paralelas que lo rematan a la altura del adarve y en la merlatura piramidal y, en el interior, en los alfarjes y techumbres de madera que cubren las principales estancias.

Extraído de Equipo Rumor. Zafra se muestra. Excmo. Ayuntamiento de Zafra, 2000. 








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